A su deseo, congeló lo que a su alrededor había; dejó de escuchar las voces, las risas, los murmullos, incluso las miradas.
El silencio envolvía sus ojos, esos que absorben brillos y estallan estrellas, mientras que con el corazón observaba el camino, su camino. Solo escuchaba los ecos de su pensamiento, acompañados de una melodía, la que se crea a cada paso, la que se escribe en cada huella que se deja en el trayecto, la propia. Los ecos corrían desde el primer verano trayéndolo hasta el presente, abrazando el recuerdo, pensando el futuro.
Un momento para él... un instante sublime en el que las sonrisas mezcladas todas en el corazón quedan atesoradas y se destellan en la mirada... un momento interno, que se manifiesta en reflejos líquidos... algo sublime.
Ahora continúa su camino... dejando huellas, bien marcadas.
Ojos de Luna, felicidades por el camino andado y gracias por las conversaciones, miradas y sonrisas obsequiadas... seguramente tendremos más.
Que tu mirada siga llena de profundidad y tus pasos sigan como hasta ahora impregnados del deseo de aprender.
AHEO